Os ruego que viváis una vida digna de la vocación a la que habéis sido llamados (188), con toda humildad y mansedumbre, con longanimidad, sobrellevándoos unos a otros con caridad (189), solícitos por conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz (190). Siendo un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como habéis sido llamados a una sola esperanza, la de vuestra vocación (191).
(188) Ef 4, 1
(189) Ef 4, 2
(190) Ef 4, 3
(191) Ef 4, 4
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