Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo (145), el cual transformará nuestro cuerpo vil en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene para someter a su dominio todas las cosas (146).
(145) Flp 3, 20
(146) Flp 3, 21
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