Que os alejéis de la impureza: que cada uno sepa guardar su propio cuerpo santamente y con honor (141), sin dejarse dominar por la concupiscencia como los gentiles, que no conocen a Dios (142), porque Dios no nos llamó a la impureza, sino a la santidad (143). El que menosprecia esto no menosprecia a un hombre, sino a Dios, que además os concede el don del Espíritu Santo (144).
(141) 1 Tes 4, 4
(142) 1 Tes 4, 5
(143) 1 Tes 4, 7
(144) 1 Tes 4, 8